Con la meta del curso en el horizonte, empezamos a definir
los trabajos finales: aquellos que condensarán todo lo que han (y hemos)
aprendido durante el año. Así, en la planta baja seguimos metidos en los roles
de arquitecto y cliente, intentando encontrar la mejor manera de montar un
rompecabezas llamado vivienda. Entre línea y línea, analizamos nuestras
necesidades vitales –y lo mucho que tienen en común con las de los animales y
las primeras poblaciones humanas-, nuestros deseos, la percepción sensorial del
entorno... Buscamos el módulo habitable mínimo, sin olvidarnos de la comodidad
y de la calidad de los espacios, y dibujamos nuestras primeras plantas arquitectónicas,
descubriendo cuántas posibilidades tiene un mismo programa.
2º EP. Plano de planta e interesante espacio en una vivienda mínima.
Los alumnos de 5º de Primaria necesitarían un capítulo aparte.
Clase a clase, sus propuestas para mejorar el centro van tomando forma. Tenemos
más sombra en el patio, intervenciones en “espacios prohibidos”, baños de color
en las paredes y hasta un mueble de diseño propio que nos servirá para reunirnos,
estudiar o dar clases de refuerzo. Un cúmulo de buenos propósitos que,
esperamos, puedan materializarse en un futuro próximo (¿Oído cocina?).
5º EP. Maqueta de un nuevo mueble polivalente para el pasillo
Y en el piso de arriba, nos metemos de lleno en la ciudad,
mirándola de cerca –con el reconocimiento de sus diferentes tramas- y tomando
sus barrios para analizar sus aspectos físicos y sociales. El tratamiento del
espacio público, los sistemas de movilidad, la diversidad social, las
estrategias de relación o la influencia de las políticas de vivienda son
algunos de los puntos en los que nuestros alumnos senior deberán poner el foco, con el objetivo de desgranar cómo
funcionan las urbes, a la vez que deducen cuáles son las posibles actuaciones
que mejoran su estructura a todos los niveles.
Alumnos de 3º de ESO durante la visita al barrio de Santa Catalina
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